LOS LIBROS

Hoy estamos viviendo momentos difíciles. Adicional a la crisis social y de la salud pública que sostuvimos, el acecho, la incertidumbre, la desesperanza, están a la tentativa de hacernos confundir, dividir y hasta de negar nuestros sentimientos y conocimiento. No quiero atribuir la excesiva responsabilidad, pero si debemos buscar la unión, el aprendizaje y el esclarecimiento, que es algo que trae esperanza en estos tiempos que parecen estar sombríos.

En las reflexiones que hago a diario, converso con nuestra comunidad académica sobre el ser humano, la ciencia y el conocimiento. Recordamos siempre la humildad, principalmente, con quien no tiene el conocimiento que nosotros tenemos. Nuestro conocimiento no nos torna mejores que las otras personas, por el contrario, nos convierte en responsables por ellas. Debemos ayudarlas, es importante no dejarnos seducir por el status que indica supremacía, es decir, buscar la importancia y no la superioridad.

Por estos tiempos, las tecnologías están cada vez más presentes en las disputas políticas y económicas. Entendemos que los sistemas que hemos construido no son neutros, ellos hacen lo que nosotros programamos hacer, aprenden con los datos que suministramos. Al programarlos y entrenarlos, debemos ser conscientes que estamos construyendo máquinas y procesos que hagan lo que es cierto, la ética y el profesionalismo, deben ser una constante.

Cuando escribimos, nos atrevemos a redactar frases y fragmentos, en singular, dicciones sobre cuál puede ser un tema que consiga expresar los sentimientos y las emociones para transmitir lo mejor que puede hacer el ser humano, y es hacer lo que perduraba durante la antigüedad, que son los destellos de la cultura oral, esto sucedía a menudo cuando había menos libros y se releían más. En esos tiempos no era extraño que los lectores aprendieran obras enteras de memoria.

En su obra el infinito en un junco, de la escritora española Irene Vallejo, de la cual persigo hacer referencia, la autora nos lleva por los caminos de la historia, el nacimiento, la muerte, el sentimiento, la transformación y el cambio que nos han dado los libros a través de los tiempos. El junco de papiro sugirió en el tercer milenio A.C. (Antes de Cristo) o A.E.C. (Antes de la era actual), en las aguas del Nilo, donde los egipcios descubrieron que con esos juncos podrían fabricar hojas para la escritura.

También podemos mencionar que de ello estaba fabricado el canastillo donde su madre abandonó al pequeño Moisés a orillas del Nilo. Era el Coltán de nuestros teléfonos inteligentes, en aquellos tiempos. Los expertos en lengua egipcia creen que la palabra papiro tiene la misma raíz que faraón. El rollo más largo de la colección egipcia del Museo Británico, el papiro Harris, medía originalmente, 42 mts. Sin embargo, el señor de las dos tierras, uno de los hombres más poderosos en su momento, daría todo por conseguir todos los libros del mundo para su Gran Biblioteca de Alejandría, deseaba una biblioteca absoluta y perfecta, que todos los libros del mundo estuviesen concentrados en un solo lugar, eran tiempos en los que la ansiedad por los libros en Alejandría empezaba a convertirse en un brote de locura apasionada.

Hoy en día, los libros son fáciles de conseguir, basta con hacer un par de movimientos con sus dedos y esperar algunas horas y tiene este objeto a su alcance. Muchos piensan que los libros son objetos de personas adultas, que ya no es muy usual comprarlos físicamente o si lo hacemos son para ataviar una casa. Que ahorra espacio y dinero tenerlos en formato binario, para muchos basta con tener una colección de archivos que nunca han sido abiertos y mucho menos leídos en su totalidad. Se cree que entramos en la era del apocalipsis de las librerías y bibliotecas, por esa substitución digital, aunque esa no sería la verdadera problemática, el problema radica es en el ocio y la falta de lectura que vivimos en estos tiempos.

La escritora Irene, reflexiona que el libro ha superado la prueba del tiempo, pertenece a la misma categoría del martillo, las tijeras o la rueda, una vez inventados no se puede hacer nada mejor. Parte de la historia inicia en Alejandría, la ciudad de los placeres y de los libros, la capital del sexo y la palabra. Alejandría fue el tablado de una de las grandes historias de amor de todos los tiempos, la de Cleopatra y Marco Antonio. Decía Plutarco, que realmente Cleopatra no poseía una gran belleza, no era atractiva físicamente, pero su labia, astucia e inteligencia eran insuperables. Era capaz de hablar sin interpretes con etíopes, hebreos, árabes, sirios, medos y partos. Marco Antonio, pensando en enamorarla, a una mujer con esas cualidades, buscó varias elecciones de regalos, como muchos de nosotros lo hemos hecho, sabía que las joyas o banquetes no conseguirían llamar la atención, porque muchas veces, derrochó dichos regalos, hasta decidir comerse joyas, como muestra de su arrogancia ante ellos. Sin embargo, Marco Antonio, resolvió que el mejor obsequio fue regalarle cerca de doscientos mil libros para la Gran Biblioteca, como combustible para las pasiones.

Cuentan que Alejandro, siempre dormía con el libro de La Ilíada, fundó Alejandría cuando tenía 24 años de edad y tuvo un compañero de expedición de nombre Ptolomeo, quien se instaló en Egipto, donde pasaría el resto de su vida, y desde allí destinó grandes riquezas para levantar el museo y la biblioteca de Alejandría. Toda biblioteca es un viaje, todo libro es un pasaporte sin caducidad.

Hace poco me preguntaban que, si me hace falta o me arrepiento de algún acontecimiento, o aún no he cumplido algún sueño, y he respondido sin titubear, que me hace falta vitamina L, de Lectura, de Libros, comencé a leer libros de historia, humanidad, educación, demasiado tarde y hoy quiero devorarlos todos, porque he comprendido que, a través de los libros, puedo ver la vida desde fuera, me han ayudado a entender cómo se sobrevive a las grandes catástrofes históricas y en las pequeñas tragedias de nuestras vidas. La literatura ha sido la salvación de los condenados, ha inspirado y guiado a los enamorados, vencido a la desesperanza y tal vez en este caso, pueda salvar al mundo.

Prof. Dr. Sc. Omar Lengerke Pérez