En Colombia la Ley 30 de 1992 estableció una clasificación de las instituciones de educación superior dividas en Técnicas Profesionales, Tecnológicas, Instituciones Universitarias o Escuelas Tecnológicas y Universidades. Luego, a través de la Ley 749 de 2002, se le concedió el derecho a las Instituciones Tecnológicas de articular sus programas con los del nivel universitario por medio de ciclos propedéuticos.
Esta categorización que lleva muchos años y no está exenta de una revisión que posibilite una mejor educación en el país, debe llevar consigo una contextualización de las profesiones que se brindan en estas instituciones para lograr enfocar e integrar esos segmentos de formación con las necesidades que demandan los diferentes sectores productivos en Colombia.
Esta demanda está supeditada al nivel de cualificación educativa de los futuros técnicos, tecnólogos, profesionales universitarios o universitarios, porque son ellos quienes gracias a sus competencias didácticas adquiridas durante el proceso de formación podrán desarrollar habilidades y ofrecer soluciones a las organizaciones desde lo operativo, táctico o estratégico.
De esta manera se debe decir que todos somos profesionales y por esa razón es necesario empezar a eliminar paradigmas como creer que la educación técnica o tecnológica es un “requisito” para obtener el título como profesional universitario y tampoco algunos sectores productivos deben subestimar en las escalas salariales este conocimiento como si fuera de menos categoría.
Esto es, como lo afirma el profesor Víctor Manuel Gómez “estratificar la educación que sitúa a la universidad tradicional como la cúpula o élite académica que representa el «deber ser» ideal de la educación superior, de tal manera que todos los otros tipos de instituciones de este nivel educativo, como las no universitarias, son consideradas de menor estatus académico y social”.
Es lamentable y por tal razón el Gobierno de Colombia debería impulsar los programas técnicos y tecnológicos que ofrecen un nivel de formación altamente especializado y desarrollan competencias y habilidades que aportan soluciones prácticas y efectivas en procesos que son exclusivos dentro las organizaciones que ofrecen cualquier tipo de producto o servicio.
En Colombia la educación técnica y tecnológica no es una opción es una necesidad. Las oportunidades para estos profesionales crecen y por ello en corto tiempo están accediendo al mercado laboral, sin embargo, la demanda es menor y quizá la razón es precisamente por esa “estratificación” que ha permeado el imaginario de una sociedad que cree que es solo educación para jóvenes de escasos recursos.
Es importante reconocer que también en el país son pocas las instituciones técnicas, tecnológicas y universitarias, en Colombia hay 30, de estas solo 5 son tecnológicas públicas y en Santander nuestra Institución es la única y es aquí en donde más de 17.500 estudiantes creen en el futuro de la educación técnica y tecnológica porque en las UTS ¡lo hacemos posible!
Con aprecio,
Prof. Dr. Sc. OMAR LENGERKE PÉREZ